HISAE YANASE : LA RUEDA DE LA VIDA

Por Angel Luis Pérez Villén

 

Hasta el día 22 del presente  – muy poco tiempo para una exposición de esta envergadura –  tenemos la oportunidad de contemplar los trabajos recientes de Hisae Yanase en la sala de exposiciones de la Diputación. Reunidas en torno a una serie, denominada USU, que remite al término muela (de moler) en japonés, las esculturas repiten una misma forma que a su vez es figura fundamental en toda cultura : la rueda. Como suele ser habitual en sus exposiciones, siempre presenta los antecedentes formales o las series precedentes en las que andaba ensimismada en su trabajo. Aquí y ahora le ha tocado el turno a «Guijarro herido», la serie de cajas en cuyas ventanas representaba el lecho de un rio. Un rio que, como el de la vida, nunca exhibe dos pliegues iguales; cada faceta, por muy parecida que se nos antoje a su vecina o coetánea difiere siempre en algún matiz. Este es el sentir de las cajas que ahora nos vuelve a brindar en series verticales, alternando los grandes cantos rodados con azarosas aglomeraciones de piedras más pequeñas, compaginando la rotundidad y el exceso de volumen, que llega incluso a expandirse fuera de sus límites, con la mesura y la liviandad (formal y cromática) de pequeños guijarros que casi flotan en el interior del espacio abierto por las ventanas.

Otro precedente temático es el de las «Ventanas fósiles» una serie de formaciones de aspecto natural, casi de excrecencias orgánicas, cuyo interior está horadado y habitado por símbolos punzantes. Pero el grueso de la exposición gira en torno a la rueda. La rueda del molino, la rueda que tritura el paso del tiempo, la rueda de la fortuna y de la vida, la rueda del azar. Término éste que comienza a ser tenido en cuenta por nuestra artista con la suficiente entidad como para que le hagamos caso. Ha sido el azar y la necesidad de experimentar nuevas formas de cocción (en este caso mejor sería decir primitivas), las que le han llevado a trabajar una serie de ruedas, como si de restos arqueológicos se tratase, La intervención formal, así como la superficial, mediante una textura rugosa, incisiones que repiten la palabra usu en las tres caligrafías japonesas (kanji, katakana e hiragana), las penetraciones a modo de pequeñas ventanas que atraviesan la piedra, así como el dibujo inciso que representa formas fósiles, todo ello más el azar que determina el acabado en sombras por efecto del oxidado del horno de leña, dan a estas esculturas el aspecto inconfundible de piedras holladas por el paso del tiempo.

 

Otra serie de ruedas anteriores se inscribe en un núcleo de intereses que nos hablan del lógico mestizaje cultural que se produce en Hisae Yanase. A la impronta formal de las ruedas se le viene a añadir una visión de los espacios que confluyen en la memoria histórica de nuestra artista. De esta manera surge la rueda como germen, origen y sentido de la vida, la rueda semilla, la rueda como habitáculo de dicha memoria o como excelsa morada del espíritu. Una gran rueda en cuya piel se puede rastrear la huella erosiva del tiempo y que contiene la inscripción de un haiku  – «Silencio. La voz de las cigarras penetra las rocas» – , sucumbe a la metáfora de la escultura moldeada suavemente por la naturaleza. En un tono más prosaico hallamos la rueda como elemento mecánico, asociado al movimiento y al mundo del trabajo. Por último, llama especialmente la atención la serie «Cristal», que auna cerámica rústica japonesa y pasta de vidrio en una feliz conjunción de formas  – un cuenco y una masa informe –  y colores : tierras, azules y verdes.