Hemos de acostumbrarnos a tu ausencia

y cambiar tu fluir diario por destellos

de tu cara, tu sonrisa siemprehablada

o tu voz peculiar y zalamera.

Todo, para guardarlo en la cámara 

de los tesoros perdidos.

Que conservamos entre algodones del afecto

para que no se diluyan hacia la nada, 

que nada se pierda, que nada se destruya.

Ese ímpetu que el tiempo irá aflojando

nos irá también lamiendo las heridas. 

Y las imágenes se irán difuminando 

poco a poco a la vez que nuestra fuerza.

Cuando eso ocurra sacaremos tus mensajes, 

tus fotos, tu obra clara y contundente. 

Tu mundo.

Ese crisol cálido donde la tierra se doblega 

a tus sueños y visiones. Ese talento

de no separar la cerámica del arte.

Y allí, maestra y amiga, entre tus piezas 

donde los esmaltes se bañan en tu espíritu,

abriremos la boca ensimismados

contemplando la manera tan cercana 

que tiene Hisae 

de extraer del mundo el equilibrio.

                

                                                                             ( Carlos )