LA MEMORIA DE LOS VIVOS

Por Jesús Alcaide

 

Agrupados hoy, los días del pasado y los que llegarán

(Giuseppe Ungaretti)

 

Hace más de diez años una de las más importantes museólogas de nuestro país escribía que “en la interpretación crítica que desde el presente hagamos de la obra museificada es donde únicamente podemos encontrar la respuesta a su razón de ser: su vitalidad y actualidad; de no ser así, está llamada a perecer en brillantes vitrinas o en su porción de muro”. 

Antes de que nuestra memoria perezca en esas vitrinas y ese pronóstico se haga triste realidad de una institución estéril para los ciudadanos, es un buen momento para replantear cuestiones que ya en los últimos años se vienen debatiendo en el mundo de los espacios que se dedican a la creación contemporánea y que no deberían dejar indemnes las estructuras de toda institución museística que quiera seguir en funcionamiento dentro de unos cuantos años.

En este sentido en la cultura germana, que dio el paso del Museum (centro de arte con colección propia) a la Kunstalle (centro de arte sin colección propia y dependiente de la administración) y de ahí a nuevas propuestas como la “Kunstverein” ( independiente de la Administración pero apoyada por ella), ya se han dado múltiples pasos en acercar la disciplina museográfica hacia los cambios que se producen en el mundo contemporáneo.

Cuando nuestra manera de relacionarnos con el mundo, con el otro, con lo diferente en este nuevo mapa de las relaciones sociales surgido tras la caída del Muro, ha cambiado, nuestras estructuras de archivo de la memoria, de difusión de los testimonios con que se escribe la Historia, tienen que cambiar para adaptarse a estas nuevas estructuras menos pasivas que las que nacieron bajo el enfoque mausoleo y más interesadas en construir el presente desde su actividad sin mirar atrás con ira y al futuro con desdén. Como decía Lipovetsky, “los escenarios y las imágenes cambian, hay que declinar el concepto”.

Desde este impulso nace “La memoria de los vivos”, un proyecto de intervenciones contemporáneas dentro del Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, que se suma a un gran número de actividades que desde la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía convertirán el 2006 en el año de la Creación artística contemporánea.

Mediante la invitación a cuatro creadores contemporáneos de interpretar el importante testimonio arqueológico, histórico, documental y artístico del museo, el proyecto tiene como hilo conductor la idea de la memoria y la muerte, los recuerdos y la ausencia, recogido en la frase de Cicerón “la vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos”. Desde el mundo de los vivos, desde nuestro acelerado y fragmentado presente, miramos pues a aquellos que ya no están y que en su ausencia nos han dejado toda su vida grabada en nuestros recuerdos. 

 

II

 

Arrasar la memoria. Acabar con el recuerdo. Hacer tabula rasa con la vida y la experiencia. Lo aprendido y lo enseñado, lo querido y lo odiado, lo vivido y lo inventado. Hace unos años hablaba con un amigo sobre esta cuestión. Los recuerdos pesaban demasiado, lo aprendido no dejaba paso a las miradas nuevas, los prejuicios abundaban y nada parecía ya poder sorprenderme. Esto lo he visto, esto me suena, esto también.

Mis sueños de replicante recordaban aquello de “Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais… atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.

Me olvidaba entonces de que olvidándolo todo debería volver a aprender a caminar, a hablar, a escribir, a pensar. Quizás las nuevas ingenierías genéticas en un futuro no muy lejano tengan ya pensado el funcionamiento de algún programa sobre esta cuestión. La inteligencia artificial avanza, pero por el momento seguiremos pensando en aras de la riqueza mental.

De la misma manera pensaron algunos impulsores de las vanguardias históricas de comienzos del siglo XX. Guillaume Apollinaire en 1913 hablaba de que no se puede transportar consigo a todas partes el cadáver del padre. Hay que abandonarlo en compañía de los demás muertos. Y si lo recordamos, si lo echamos de menos, hay que hablar de él con admiración. 

Los futuristas italianos con mayor vehemencia y radicalismo exclamaban !Fuera recomponedores de viejos orines! ¡ Fuera, arqueólogos aquejados de necrofilia crónica! y arengaban a ¡Que los muertos sean sepultados en las más profundas entrañas de la tierra! ! Desembaracemos de momias el umbral del futuro! ! Via libre a los jóvenes, a los violentos y a los temerarios!. Mientras que desde Rusia se rechazaba desdeñosamente el vicioso murmullo de los hombres del pasado, que confían en picotearnos los talones. 

Con la guerra pisándole los talones, Dadá grito libertad y pedía la abolición de la memoria, de la arqueología y de los profetas. Mientras que los suprematistas dictaban en 1922 que El viejo Pegaso ha muerto. El automóvil Ford lo ha reemplazado. 

Desde estos primeros arranques de la vanguardia que en su inocencia quisieron destruir con todo aquello que no se aferrara al vértigo del presente hasta la actualidad algunas cosas han cambiado en el panorama de las prácticas artísticas contemporáneas.

Con la irrupción de lo que algunos denominaron como posmodernidad cálida y otros aquellos tildaron como estética posmodernista, el pasado se convirtió en un territorio abonado para la cita, la apropiación, la visita y el fragmento.

Utilizar un Rembrandt como tabla de planchar como en el famoso readymade de Duchamp, no fue más que la cara opuesta de lo que otros pintores de los ochenta hicieron desde el lienzo que no fue más que en un lúdico juego de referencias convertir el lienzo en un territorio hollado para la insana nostalgia.

El arte hablaba del arte, el presente del pasado y ahora es a nosotros a los que nos toca hablar desde este tiempo y este lugar. Nuestra manera de mirar ha cambiado, las tecnologías de la información, el dominio de la imagen en movimiento, el inmenso poder de la imagen y la cultura visual en nuestro momento hacen que cada vez sea más imposible detener la cadena de los significantes y poner en funcionamiento el engranaje de los sentidos. Ante esto sólo nos queda seguir engrasando los rodamientos de la razón y el pensamiento, seguir defendiendo la política de los afectos y hacer que el arte siga siendo aquello que hace que la vida sea más interesante que el arte como decía Filliou. 

La melancolía es un arma con retroceso. La nostalgia una traicionera compañera. Mirar demasiado atrás puede ser perjudicial para la salud. Pongamos pues los relojes en hora.

III

 

Desde sus comienzos, el trabajo escultórico de Antonio González ha presentado un interés declarado hacia ciertas formas y estructuras del pasado. La utilización e investigación del material cerámico, en el que lleva trabajando desde mediados de los ochenta, le hizo sentirse atraído por formas, imágenes y modos de hacer de otras épocas en ese territorio tan de moda en los ochenta que algunos llamaron neo-primitivismo y que arrasó toda Europa desde los salvajes alemanes, la transvanguardia italiana o la nueva figuración madrileña y lo que a su alrededor se fue fraguando.

Pasada esa época, dominada por estilizadas figuras totémicas, el trabajo de Antonio González se decanta ya hacia los noventa por una relectura del legado abstracto moderno a través de aquello que el pasado depositó en él.

En “Posos de vida”, una de las series escultóricas que ha instalado en las gradas de la plaza urbana de acceso al teatro de la Córdoba romana, se muestra como a través de un trabajo en retículas o dameros que está en el inicio de la más pura y clásica vanguardia moderna (desde el constructivismo hasta Van Doesburg o Mondrian), González lo relaciona con un juego tradicional chino y de la misma manera, y más en un contexto como el que ahora nos ocupa con los sistemas de excavación arqueológicos como el conocido sistema de la matriz de Harris. 

Decía Rosalind Krauss que la retícula reafirma la modernidad del arte moderno de dos maneras distintas. Una de ellas es espacial; la otra temporal. En el sentido espacial, la retícula declara la autonomía de la esfera del arte. Allanada, geometrizada y ordenada, la retícula es antimimética y antirreal. Es la imagen del arte cuando este vuelve la espalda a la naturaleza. 

En las retículas de Antonio González, esta pulcritud y asepsia del proyecto moderno se ha visto contaminado por las cenizas del pasado, por esos testimonios que se posan en cada uno de los pequeños cuadrados, y que como en el citado juego chino podemos ir cambiando de lugar dependiendo de nuestros estados de ánimo y de nuestra manera de ver, sentir, pensar, amar o vivir. Hoy estamos aquí, pero mañana quien sabe donde depositaremos nuestra vida. Como decía en el texto que escribía para Retícula Efímera, una de sus últimas exposiciones, el arte es un edificio siempre en obras, el ser humano una construcción cultural más. Material de derribo, carne de demolición.

Pero si ese es el eje sobre el que se soportan “posos de vida”, en “Laderas de tránsito”, Antonio González acude al que ha sido otro de los principales intereses de su trabajo, la topografía, el paisaje, la tierra. En estos elementos prismáticos también realizados en material cerámico, González nos invita al paseo por el interior de uno mismo, como aquel viajero que ya conoce todos los países y sólo le queda sondear los lugares más recónditos y profundos, las simas de la mente, los abismos del corazón, los paisajes de la mirada.

IV

Quizás uno de los lugares que más impresiona al visitante al Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba sea la sala tercera dedicada al mundo funerario romano.

En este lugar, ante el Columbario, Hisae Yanase ha instalado Contenedores del alma, una serie de piezas que realizó en el 2002 y que anteriormente pasaron por lugares emblemáticos de la ciudad como la Ermita de la Aurora o formando parte de importantes exposiciones como COO4 en la Sala Puerta Nueva en el 2004.

Contenedores del alma es una interpretación contemporánea de las urnas cinerarias como las que el Museo Arqueológico presenta en el famoso Columbario y en las cuales según los rituales de incineración del mundo funerario romano se conservaban las cenizas del difunto, teniendo lugar en la parte anterior de dicha construcción, fiestas, banquetes, danzas y otros rituales con los que se despedía la vida y se daba paso a la otra orilla de la muerte.

Los contenedores del alma de Hisae reinterpretan este legado y lo hacen a través de su mirada oriental, esa que hace que el color oro signifique “renacimiento” tal y como han dejado claro artistas como Joseph Beuys que en su famosa performance “Cómo explicar los cuadros a una liebre muerta” (1965) se cubrió la cabeza con miel y oro en polvo convirtiéndose en ese chamán que a través del poder terapeútico y chámánico de la acción haría volver a la vida a esa liebre muerta, símbolo de la naturaleza en su estado más puro, inteligente y salvaje.

Así junto al oro, presente en algunas de las series de estos años como la que dedicó al año del dragón, destacan en estas piezas la composición aritmética en que se colocan cada una de ellas, trazando un itinerario casi a la manera de las piezas escultóricas de la corriente del minimal, aquí subvertidas y contaminadas por un espíritu más poético.

Viendo los contenedores del alma de Hisae me acordaba de la muerte de las camas numeradas de las que hablaba Rilke, de esas muertes anónimas a las que aludía Estrella de Diego cuando a propósito de la figura de Andy Warhol se lanzaba a estudiar la melancolía que inunda ese mundo ideal de cadillacs, piscinas y otros síndromes modernos. Me acordaba de cómo cuando te especializas tanto, cualquier cosa resulta aburrida.

Pero si en “Contenedores del alma” se establece una clara referencia a las urnas cinerarias de la sala, en el arco de entrada al graderío, Hisae ha querido seguir investigando sobre el sustrato arqueológico del mundo funerario y lo ha hecho en una serie de dibujos que con el título de “lápida, palabra y ceniza” nos invitan a reflexionar sobre cuestiones como la escritura y la muerte.

Si hay algo que de mis tiempos de estudiante de arte clásico recuerdo es una clase sobre epigrafía funeraria en la que se explicaba como quería ser recordado el difunto en apenas cuatro o cinco palabras. Como prueba de esto la estela del gladiador Actius que se encuentra en esa sala y que termina con la imponente frase “sea leve la tierra”.

Quizás en los dibujos que Hisae ha realizado sobre hojas arrancadas de manuales y anales de arqueología, se encuentra el epitafio perfecto, aquel que resuma todo aquello que somos o queremos ser. Aunque como decía Barthes, innombrables son las palabras del mundo. Por eso sólo nos queda asistir en silencio a estas últimas palabras de Hisae. Caligrafía y muerte, recuerdo y cenizas, lápidas y presente. 

 

V

Actualizar el mito ha sido uno de los intereses del trabajo artístico de Ángel García Roldán en estos últimos años. Desde piezas pictóricas como Orantes hasta videoinstalaciones como Narciso, Ángel García Roldán ha intentado descifrar el poder que los mitos siguen desempeñando en nuestra cultura actual para invitarnos a reflexionar sobre nuestro tiempo. 

Narciso, Babilonia, los orantes, Nínive o el Paraiso han sido algunos de los personajes y lugares míticos que han pasado por los trabajos de García Roldán desde series pictóricas como After-Word o Twilight zone hasta instalaciones site-specific como la que desarrolló para el proyecto El vuelo de Hypnos en el yacimiento de la villa de El ruedo en Almedinilla.

Aquel proyecto continuaba investigando con uno de los materiales protagonistas de su trabajo, las bolsas de té. Utilizadas desde una visión puramente estética y formalista por las gradaciones de color que se obtienen al acumularlas y disponerlas en una estructura regular, así como por el hecho de ser residuos de una conversación entre amigos, amantes o conocidos, de guardar en ellas mil secretos y el tiempo que pasaron delante de esa taza de té, las bolsas de té de Ángel García Roldán guardan una gran relación con el mundo funerario, el tiempo y la memoria, así como con el sustrato arqueológico.

En el montaje que podemos ver en el Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, García Roldán le ha dado una vuelta de tuerca a aquella relación con el “Hortus conclusus” romano para como una instalación site-specific enfrentarlo a una de las piezas de mayor interés del museo, el Mosaico de la Loba Capitolina y los Gemelos (s.II d.c).

Este mosaico que en su parte central presenta las imágenes de los fundadores míticos de Roma, se comleta con unos medallones que rodean al tema central donde se presentan elementos cercanos al mundo dionisiaco así como cántaros y la cabeza de Medusa.

Frente a esa pieza y de manera longitudinal, García Roldán ha instalado una serie de cuarenta relicarios de vidrio que en su interior presentan bolsas de té y que ha titulado “Opus tesselatum”, en clara referencia al mundo de la musivaria. 

Como si de un Donald Judd o Carl André se tratase, las piezas de García Roldán tensan el espacio en el que se ubican, proponen una crítica a la asepsia del museo e incluso a la propia obra de estos escultores del minimal que en su excesiva teorización y alejamiento del espectador se olvidaron de dotar de vida a sus proyectos.

VI

Haciendo de la imagen en movimiento y el sonido los principales resortes sobre los que pivota su trabajo, Juan López presenta en La memoria de los vivos una videoinstalación en la Sala del Alcaide cuyo titulo es 3x1x3.

En el vídeo, de unos cinco minutos de duración, se presenta a tres personas leyendo textos de diferentes libros sacros. En la parte izquierda, un judío lee en castellano un texto extraído de la Torá en el interior de la Sinagoga de Córdoba. En la parte central de la pantalla, un musulmán lee fragmentos del Corán en el Interior de la Mezquita de Córdoba y en la parte derecha, un cristiano lee en castellano versículos del Nuevo Testamento y lo hace en una de las iglesias fernandinas de Córdoba.

De forma estática y tranquila, los tres leen textos en castellano de sus respectivos libros sagrados, haciendo partícipe al espectador de sus mensajes. Pero a medida que avanza el metraje, los tres discursos se solapan, el conflicto comienza y mientras el judío habla, el musulmán interpela y el cristiano enmudece, continuando el vídeo con la lectura entrecortada y rotunda del judío y el discurso acelerado del cristiano, hasta llegar al final a ese estado de utópico entendimiento entre las tres culturas que en su momento convivieron en nuestra ciudad y cuya huella y memoria debe permanecer aún en estos vivos que ahora les recuerdan.

Al igual que hiciera en uno de sus últimos proyectos “You are either with us or against us”, Juan López presenta en sus propias palabras como “en situaciones de crisis global se manifiesta un cataclismo generalizado de todos los valores que configuran una sociedad: política, economía, arte, filosofía, educación, ciencia, ocio, relgión…La amalgama de éstos contribuye a la estabilización de una nueva estructura de orden caótico, una encrucijada”.

Y desde estas encrucijadas, el lenguaje híbrido y multidireccional de Juan López se ha interesado por cuestionar las masculinidades y la heterodoxia del género y la identidad en vídeos como “Male to female” o “ Yo también soy mujer”, la opresión y el estado de vigilancia al que estamos sometidos en “Cero lux”, los cambios estructurales y especulativos del capitalismo global sobre las ciudades contemporáneas en toda la serie de piezas que realizó en Budapest en el 2003 y así hasta desembocar en “You are either with us or against us”, antesala de la pieza que ahora presenta en la Sala del Alcaide, en la que reflexionaba sobre la manipulación mediática y la perversión de los discursos maniqueístas que se barajan desde la política actual sobre ese nuevo estado del terror generalizado.

La concordia y la coexistencia, apunta López, implican a veces repartos de protagonismo desiguales, luchas verbales y corporales, guerras tecnológicas y económicas, movilizaciones políticas y vecinales. En este nuevo territorio de reordenación y cuestionamiento de las democracias contemporáneas, la maquinaría artística como ya apuntaban Deleuze y Guattari se une a la política de la revolución y los afectos, haciendo que en la encrucijada del presente, los fantasmas de otra época no sean esa lápida de la que hablaba Apollinaire a comienzos del siglo pasado sino un yacimiento de sabiduría y entendimiento a partir de cuyas enseñanzas podemos empezar a trazar los itinerarios que conformaran el mapa de este nuevo mundo, la cartografía de nuestro presente. 

 

VII

En la vida no hay finales salvo bajo la forma de la catástrofe o de la despedida, todo fluye y se encadena y nadie sabe cuál ha sido la última vez que ha cruzado una puerta. En este sentido, ni esto es un fin, ni éstas las palabras perfectas para un epitafio. Recuerdo ahora cuando Alberto Greco se suicidaba escribiendo sobre su mano la palabra fin en una de sus más terribles acciones. Recuerdo La jettée de Chris Marker, donde hablaba de un hombre marcado por un recuerdo de infancia que no era otro que el recuerdo de su propia muerte. Y finalmente me acuerdo de las palabras de Pasolini en su Abjuración sobre la Trilogía de la vida. Maniobro para volver a ordenar mi vida. Estoy olvidando como eran antes las cosas .Los amados rostros de ayer empiezan a amarillear. Tengo delante-implacable, sin alternativas-el presente